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BUNRAKU: CUANDO LA MADERA COBRA VIDA
Iroyome…
La mujer se giró. Kaito echó su espalda hacia atrás. Las palmas de sus manos extendidas. Gimió. Ella se fue acercando. Iroyome era una muñeca dulce, de rostro ovalado y ojos que brillaban como céfiros. Cuando las manos de ambos amantes se encontraron, la faz de la dama se transformó…
—¡Iroyome!
Se oyeron gritos entre el público. Los estómagos más sensibles quedaron impactados por la visión del espectro. Kaito se arrojó en brazos de aquel demonio, diciendo:
Deja que tu cabello me roce, dame tu aliento mortal… ¡Tómame, Iroyome!
El shamisen comenzó a llorar, y la sala estalló en aplausos.
…….
Así comienza el relato titulado «Venganza«, incluido en la antología de María Jesús López-Beltrán, Jōnetsu monogatari. Pasiones en Japón. El fragmento describe el desarrollo de una pieza de bunraku, nombre genérico por el que se conoce al teatro de marionetas japonés, o Ningyō Jōruri Bunraku. Este arte, declarado por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2003 (inscrito definitivamente en 2008), se configura por la fusión de tres artes escénicas: el teatro de marionetas propiamente dicho (ningyō), la recitación cantada (jōruri a cargo del tayū o narrador) y el acompañamiento musical con shamisen.
La forma teatral del bunraku, tal y como la conocemos hoy, se conformó a principios del período Edo (1603-1868) al confluir las marionetas con el jōruri, género que ya gozaba de popularidad desde el siglo XV, alcanzando su característica puesta en escena definitiva a mediados del siglo XVIII, y su nombre actual (Ningyō Jōruri Bunraku), ya en el s. XIX.
En las obras de Ningyō Jōruri Bunraku, tres titiriteros, visibles para el público aunque ataviados con trajes negros y de los que únicamente el marionetista principal dejará el rostro al descubierto, manipulan cada una de las marionetas articuladas, a la vez que desde una plataforma adyacente, el tayū canta la narración de la historia interpretando todos los personajes, acompañado en su recitación por las notas del shamisen.
Si bien las marionetas en su origen tenían una estructura de varilla relativamente simple que permitía su manipulación por una sola persona, con el tiempo fue complicándose su configuración y agrandándose su tamaño, que en la actualidad llega a alcanzar la mitad o los dos tercios del cuerpo humano. El esqueleto de los títeres se compone de partes articuladas entre sí: cabeza (kashira), hombros, brazos y piernas, aunque en ocasiones carecen de estas últimas, por no ser necesarias al quedar esta parte anatómica cubierta por las vestiduras del muñeco.
En ocasiones, las caras pueden acentuar su expresividad al incorporar mecanismos que permitan mover ciertas partes del rostro (como boca u ojos), o, al igual que en el caso de la marioneta del relato, que hagan posible la transformación del personaje, habitualmente en un ser monstruoso o fantasmagórico. Existen alrededor de una cincuentena de tipos de cabezas distintos (incluidas las de animales), agrupadas en diversas categorías y adaptadas a los distintos roles que asumen los muñecos: héroe (komei), hombres jóvenes y apuestos (wakaotoko), prostitutas (keisei), beldades que se transforman en seres demoníacos (gabu), etc.
Fuentes/Para saber más:
Imagen destacada: «Teatro de marionetas» de Nakazawa Hiromitsu, 1922.
UNESCO: Intangible Cultural Heritage: http://www.unesco.org/culture/ich/en/RL/ningyo-johruri-bunraku-puppet-theatre-00064
Japanese Performing Arts Resource Center: http://www.glopad.org/jparc/
Biblioteca Fundación Japón: http://bibliotecafjm.blogspot.com.es/2013/09/el-teatro-de-marionetas-ningyo-joruri.html
Columbia University Libraries. The Barbara Curtis Adachi Bunraku Collection: http://bunraku.cul.columbia.edu/
Share Self Commons: http://search.sscommons.org/object/SS7730756_7730756_9899604