No hay productos en el carrito.
ESPLENDOR HEIAN
Llegado el año 784 la capital es trasladada por el emperador Kanmu (737-806) desde Nara a Nagaoka (provincia de Yamashiro, en el actual distrito de Kyôto) y, posteriormente, en 794, y ya de manera definitiva, a la nueva y recién planificada ciudad de Heian-kyô (Kyôto). Comenzaba así el período Heian (平安時代, Heian Jidai), que habría de durar hasta 1185.
Paralelamente a la progresiva configuración de la sociedad prefeudal, basada en vínculos de vasallaje y en la preeminencia de la clase militar, se observa durante este período el ascenso imparable del clan de los Fujiwara, que acapararía en sus manos, de manera indiscutible, el poder político y económico, afianzado por el establecimiento de vínculos familiares con la Familia Imperial. El origen del ennoblecimiento de este poderoso clan se remonta a la concesión, por parte del emperador, del título o apellido de Fujiwara a Nakatomi (614-669), llamado posteriormente Kamatari, en reconocimiento a los servicios prestados durante la reforma Taika. Más tarde, el hijo de Kamatari, Fuhito (659-720), también intervendría en la elaboración del Código Taihô.
Paradójicamente, las reformas precedentes basadas en el sistema Tang que pretendían reforzar el poder imperial, acabaron por provocar el efecto contrario. Los emperadores fueron delegando poderes en altos cargos burocráticos de la corte, hasta el punto de que la figura del emperador fue quedando progresivamente desposeída del poder ejecutivo a favor de los regentes, cargo que acabó siendo monopolizado por la familia Fujiwara desde finales del siglo IX.
El emperador Shirakawa (1053-1129) fue el primero que intentó enmendar esta situación. En 1086, tras trece años de reinado, abdicó en su heredero, ejerciendo a partir de entonces él mismo como regente del nuevo emperador. Se instauraba así lo que dio en llamarse “gobierno de claustro” (院政, sistema Insei) debido a la costumbre de los emperadores retirados de recluirse en un monasterio, desde donde ejercían la regencia. Esta práctica política se mantendría vigente, con algunos altibajos, hasta 1430.
Mientras esto sucedía en la corte, en las regiones periféricas y más alejadas se iba consolidando el poder de los grandes señores terratenientes, dueños de la tierra y que comenzaban a organizar sus propias milicias para la defensa de sus posesiones, pues el fracaso de las reformas Taika condujo a que la posesión de la tierra acabara en manos de un reducido grupo de privilegiados: los principales clanes provinciales, aristócratas, altos funcionarios cortesanos y monasterios budistas.
Los templos y monasterios budistas habían sido muy favorecidos con donaciones desde la época Nara (especialmente los templos de Tôdai-ji y Kôkufu-ji). Ahora, tras el traslado de la corte a Kyôto, fue privilegiado el templo de Enryaku-ji, en el monte Hiei. La enemistad entre los diferentes templos por el control de nombramientos y el mantenimiento de influencia en la corte fue en aumento hasta que, mediado el siglo X, estallaron los enfrentamientos, en los que se vieron implicados los monjes guerreros de los respectivos templos. En los intentos de frenar el avance de los monjes hacia el Palacio Imperial destacaron tanto Minamoto Yorimasa como Taira Kiyomori, máximos representantes de los dos clanes de esa nueva clase militar emergente (bushi o samurai) que a partir de este momento se disputarían el poder.
La enemistad entre estos dos linajes se remontaba al año 1016, cuando Minamoto Yorinobu, como gobernador de la provincia de Hitachi, se había encargado de sofocar la revuelta de Taira Tadatsune. Desde entonces, la rivalidad entre estas dos casas fue en aumento, en paralelo a su incremento de poder y prestigio, pues mientras los Minamoto lograron afianzar su posición en el noreste del país (región de Kantô), los Taira hacían lo propio en el oeste del Japón, destacándose en su lucha contra los piratas que infestaban el mar Interior. Ambos clanes contaron con el apoyo de dos importantes facciones cortesanas: mientras los Taira se apoyaron en la protección del emperador retirado Shirakawa, los Minamoto gozaron de la confianza de la familia Fujiwara.
La lucha por el poder en los círculos cortesanos se dirimió en el enfrentamiento que estalló entre los clanes Taira y Minamoto, que tomaron partido por sus respectivos protectores tras la crisis sucesoria de la Familia Imperial que tuvo lugar en 1156. Durante la conocida como Hôgen no Ran (Rebelión Hôgen), que habría de durar hasta 1159, Taira Kiyomori, quien tomó parte por el emperador reinante, logró vencer a Minamoto Tameyoshi y su hijo Tametomo. Otro hijo de Tameyoshi, Yoshimoto, que habría de apoyar a la facción Taira en contra de su propia familia durante la Rebelión Hôgen, protagonizaría un nuevo levantamiento en 1160 (Heiji no Ran, Rebelión Heiji), siendo finalmente vencido por Taira Kiyomori. Esta sucesión de victorias del clan Taira se vería reconocida en 1167 por la concesión del título de Daijô Daijin (Gran Ministro) a Taira Kiyomori, que acabó por controlar de facto el poder en Japón, ejerciendo un férreo control sobre toda fuerza contraria y afianzado su posición casando a su hija con el Emperador. Se consumaba de esta manera el traspaso de poder desde la corte a la clase militar.
A la altura del año 1180 el gobierno del clan Taira habría de hacer frente a un movimiento opositor, pues en ese año estallaban las Guerras Genpei, que se prolongarían hasta 1185. Este conflicto debe su nombre a la pronunciación china de los apellidos Minamoto (Genji) y Taira (Heishi) que se enfrentaron entre sí. La rebelión estalló a la vez en dos puntos distintos y estuvo protagonizada por dos miembros de la familia Minamoto: el ya anciano Minamoto Yorimasa (que se levantó en Kyôto) y Minamoto Yoritomo (en Ize), a quien Kiyomori, en la anterior rebelión, había perdonado la vida por su corta edad. Vencida la facción de Yorimasa, la lucha se centró entre los Taira y Minamoto Yoritomo, quien finalmente se hizo con la definitiva victoria tras la batalla naval de Dan no Ura, en el estrecho de Shimonoseki, en la cual perdió la vida el niño emperador Antoku, nieto de Taira Kiyomori, al arrojarse al mar en brazos de su abuela Nii-Dono. El Heike monogatari, que narra el ascenso y caída del clan Taira, también recoge el suicidio del emperador niño y de su abuela, así como el intento por parte de la dama de hundirse junto con las insignias imperiales, los Tres Tesoros, de los que sólo pudieron recuperarse el espejo y el joyel, si bien existe la teoría de la existencia de una réplica de la espada Kusanagi.
Libre de enemigos y seguro de su poder, en 1192, Yoritomo se proclamó Seii Tai Shôgun, (“Gran General Apaciguador de los Bárbaros”, título cuyo origen se remontaba al 796, año en que fue concedido a Sakanoue no Tamuramaro, tras su victoria sobre los bárbaros emishi), trasladando la capitalidad a Kamakura y dando así comienzo al primer gobierno militar conocido como Shogunato o Bakufu (“gobierno de campaña”, 幕府), y que se prolongaría, bajo distintas dinastías, hasta la Restauración Meiji de 1867.
Culturalmente el período Heian se caracterizó por el florecimiento de las artes, especialmente de las letras, en cuya apreciación dejaremos aparte las crónicas y recopilaciones que servían de justificante a la clase gobernante –el Kojiki o Relación de hechos antiguos, del 712, y los Nihongi o Crónicas del Japón, del año 720. La corte, inmersa en un mundo refinado y erudito, se convirtió en el centro cultural del país, de donde manaba una literatura de estilo aristocrático, impregnada de lo que los japoneses llaman miyabi y Donald Keene traduce como “cortesanía”.
La poesía gozaba de especial valoración en estos selectos círculos y su uso, deleite y composición no se limitaba a los enamorados, sino que se extendía a todos los miembros cortesanos, incluido el emperador. La primera recopilación poética se titula Manyôshû (Colección de diez mil hojas) y se remonta al siglo VIII. Por su parte, del siglo X data el Kokinshû (Colección de poemas antiguos y modernos), antología que recoge más de cien mil waka, poema japonés de 31 sílabas nacido en el sigo IX, tras la liberación que experimentó la literatura japonesa de la excesiva influencia china.
Sin embargo, los máximos logros de las letras japonesas de este período vendrían de la mano de la prosa de varias autoras que escribieron sus obras empleando el silabario japonés (kana), pues la escritura china, considerada demasiado difícil para las mujeres, estaba reservada a los hombres, pese a la relevancia que todavía mantenía la mujer japonesa en la sociedad Heian en comparación con épocas posteriores. Entre las grandes joyas literarias de este momento destacan, pues, El libro de la almohada, de Sei Shônagon (c. 968- c. 1000 o 1025), dama de compañía de la emperatriz Teishi, y sobre todo, La Historia de Genji (Genji monogatari), de Murasaki Shikibu (c. 975- c. 1025), dama de compañía de la emperatriz Shoshi. La Historia de Genji, escrita alrededor del año 1000, por su extensión y madurez técnica y estilística, puede ser considerada como una obra maestra de la literatura universal de todos los tiempos, además de lograr transportarnos con asombrosa nitidez al suntuoso mundo aristocrático de la corte Heian.