LA AZAROSA FUNDACIÓN DE HEIAN-KYŌ

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En el año 784 fue decretado por el emperador Kanmu (737-806) el traslado de la capital desde Heijō (actual Nara), a Nagaoka, un poco más al norte. Como sucediera en su día en Heijō, ahora, una vez más, se tomaría como modelo urbanístico el de la capital china Ch’ang-an, si bien el tamaño que alcanzaría la ciudad de Nagaoka sería el más grande conocido hasta la fecha en el País del Sol Naciente, como símbolo de la madurez nacional. De este modo, la elección de la ubicación de la ciudad y la construcción de los nuevos edificios se llevarían a cabo bajo la supervisión de Tanetsugu (737-785), hombre eficiente y miembro del clan Fujiwara.

Emperador Kanmu.

Emperador Kanmu.

La diligencia demostrada por Tanetsugu, no obstante, pronto le granjearía envidias y enemistades, entre ellas las de otras poderosas familias, recelosas del ascenso de los Fujiwara y, sobre todo, la del hermano del emperador, el príncipe coronado Sawara (750-785). Con el tiempo, comenzó a ganar peso cierto rumor que afirmaba que Tanetsugu había recibido el terreno donde debía erigirse la nueva capital de manos de una familia de origen chino a cambio de la promesa de futuros favores. El rumor no se sabe con seguridad si tenía fundamento, pero lo cierto es que, poco después del traslado a la nueva capital (apenas un año), alguien se encargó de hacer desaparecer a Tanetsugu. Las sospechas de instigar el asesinato recayeron sobre las familias rivales (Ōtomo y Saeki) que habrían sido alentadas por el príncipe Sawara. Se persiguió a los culpables y algunos fueron ejecutados, pero la mayoría terminaron condenados al exilio. Entre ellos, se hallaba el príncipe Sawara, que, tras pasar diez días encarcelado sin comida en el templo budista Otokuni-dera, partió hacia el destierro a la isla de Awaji. Mas nunca llegó a su destino, pues murió en el transcurso del viaje, quizás afectado por su mal estado físico o, tal vez, por orden oficial. En cualquier caso, desde entonces, las calamidades persiguieron al clan Fujiwara y a la familia imperial, que perdió a dos de sus emperatrices, al tiempo que no se encontraba remedio para la enfermedad que afectaba al príncipe coronado Ate. Los remordimientos por la muerte de su hermano menor también acuciaban al emperador Kanmu. Tan malhadada fortuna se achacó al espíritu del finado príncipe Sawara, que clamaba venganza por su muerte violenta. Los intentos por aplacar su espíritu se prolongaron durante mucho tiempo, hasta que cinco años después de su fallecimiento fue ascendido, a título póstumo, a emperador, con el nombre de Sudō. Corría ya por entonces el año 800.

La muerte del príncipe Sawara, no obstante, tuvo unas consecuencias mucho más trascendentales, pues propició que la capital imperial fuera nuevamente trasladada, tan solo una década después de su establecimiento en Nagaoka. El emplazamiento elegido esta vez estaba ubicado a unos 16 kilómetros más al norte. Había sido descubierto de manera fortuita durante una partida de caza y, además, cumplía con todos los requisitos topográficos y estratégicos que establecían los cánones de la época. Aunque, sin duda, entre las principales razones se encontraba el imperioso deseo de huir del dañino influjo de los espíritus de Sawara y Tanetsugu.

Heian-kyô

Así, en el año 794 el emperador Kanmu promulgó el traslado a la nueva capital, bautizada como Heian-kyō: Ciudad de la Paz y la Tranquilidad. El apelativo escogido se consideró propicio, pues además de que pretendía inaugurar una nueva etapa alejada de los funestos acontecimientos que habían salpicado la breve existencia de Nagaoka, aunaba en su composición las sílabas de Heijō (Nara, primera capital y la más antigua de las ciudades japonesas, propiamente dichas), y Ch’ang-an, nombre de la capital de la China T’ang, tomada una vez más como modelo urbanístico. Heian-kyō, la urbe que hoy conocemos como Kioto, a su vez, daría nombre al período histórico que se prolongaría durante casi cuatro centurias, hasta 1185, y sería la capital imperial del Japón hasta 1868, fecha en que, tras la Restauración Meiji, se trasladaría la capitalidad imperial a Edo, metrópoli que sería rebautizada como Tokio.

Fuentes/ para saber más:

Morris, I., El mundo del príncipe resplandeciente, Girona (España): Atalanta, 2007.

Sakamoto, T., The Six National Histories of Japan, Ed. Univerdity of Washington.

http://eprints.bice.rm.cnr.it/8508/1/292-532-1-SM.pdf

Imágenes:

Nagaoka-kyō (imagen destacada).

Emperador Kanmu: Wikipedia.

Maqueta de Heian-kyō.

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